domingo, 27 de febrero de 2011

CONTABILIDAD

No resistía ni un momento más en la cama.
Cuando era niño, los días de mi cumpleaños me despertaba temprano, como se despierta uno el día de Reyes.
Más de medio siglo, parece mentira, pensé mientras daba la última vuelta remolona en la cama. No supe si alegrarme o deprimirme ante la cruda realidad.
El maldito dolor de espalda me hizo dejarme de filosofías y de una vez decidí saltar, es un decir, de la cama.
Las vértebras lumbares protestaron airadamente como si a un engranaje se le hubieran colado un tropel de cantos entre los dientes.
Tengo la teoría de que los dolores en el cuerpo, solo son los dolores ya olvidados del alma, que aumentan cuando un dolor nuevo, que nunca faltan, busca un lugar en la memoria donde perderse.
Salí a la calle a pasear, tengo la manía de contar los pasos y se cuantos pasos hay exactamente en muchos trayectos.
De mi casa al silo, hay ciento diecisiete pasos. Del silo al frontón, noventa y tres. Del frontón a los pontones de Socastillo, ochenta y cuatro. De Socastillo a mi casa, ciento dos. Total trescientos noventa y seis pasos.
Es una cosa muy extraña, la contabilidad de los pasos siempre ha sido exacta y hoy me han salido doce pasos más. 

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