miércoles, 9 de febrero de 2011

Pequeñas venganzas, miserias y complicidades

Aquella mañana mi jefe debía de sentirse generoso y en uno de esos ratos en los que no estaba enfadado con el mundo, me invitó a tomar un café de media mañana en el cercano bar del polígono industrial.
De no muy buena gana le acompañé al bar, solitario a aquellas horas. Solo estaba la camarera.
Tras los buenos días mi jefe pidió un café con leche, bien cremoso y a mí me sirvió la chica un café solo.
Mi jefe se dirigió al lavabo, la camarera estaba entretenida en la limpieza de la cocina y yo me quedé solo en la barra.
Una vez lo vi en una película y siempre tuve ganas de hacerlo y aquella mañana la soledad me animó.
Después de cercionarme de no ser visto, escupí en el café con leche de mi jefe.
En ese momento salió de la cocina la camarera y al ver la escena, se sorprendió incrédula.
Cuando salió del lavabo, mi jefe comentó que le encantaba la cremosidad del café con leche de aquel bar.
 La camarera le dio las gracias por el cumplido, después me guiñó un ojo y sonrió.

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